martes, 14 de agosto de 2007

DESDE EL CORAZÓN, DE AMÉRICA. La gata y el americano


La noche pasada había una rata en mi habitación. “Es un hámster grande, es un hámster grande” me he repetido mientras me quedaba hecha una bolita en el centro de la cama.

Por la mañana me he vestido con mis mejores galas, es decir, sin las botas para el barro, y me he reunido con la Alcaldesa. Es increíble lo que hace un cargo estampado en una cartulina “Asesora Internacional de Proyectos” y todas las puertas se abren, soy blanca, europea y tengo un cargo. Ahí estaba la prensa tomando fotos del encuentro, y yo pensando en la rata de mi habitación…

Me han concedido todas las facilidades operativas para nuestras gestiones, todo lo que les he pedido.

De vuelta a la ofi, con mis buenas noticias, el equipo me ha dado las malas: se ha estropeado la planta eléctrica que nos proporcionaba energía, ya no funciona nada, ni los ordenadores, ni el aire acondicionado, ni la cafetera…

Ya hacía una semana, desde que nos quedamos sin proveedor de Internet, que tenía que reenviar todos los correos de trabajo desde el mío personal. Pero este nuevo contratiempo empeora aún más la situación.

Ahora sí que puedo decir que trabajo a trompicones…

Por la tarde he ido al cyber a enviar los informes y a leer vuestros correos. La chica que me atiende me dijo:

- Hola gata

- ¿Perdón?

- Así llamamos aquí a las chicas rubias de ojos claros.

¿Gata yo? ¡Pero si soy un ratón!


Mañana por la mañana salgo para pasar tres días en las comunidades más alejadas en las que trabajamos; los accesos se han hecho imposibles para los coches y, a partir de cierto punto, también para las motos. Iremos a caballo. La policía nos escoltará porque atravesamos una zona peligrosa, los bandidos asaltan en esos caminos. Como Robin Hood pero en chungo.

Durante tres días no tendré ni luz, ni cobertura, ni Internet.

Necesito, como despedida, un último contacto con lo civilizado.

Por la noche, después de una intensa sesión de deporte, duchadita y perfumada me he ido a ver a John, un norteamericano de 26 años, del Cuerpo de Paz.

Desde el principio de la calle oscura que lleva a su casita, alumbrada con mi linterna, se escuchaba a The Killers.
13/08/07

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