domingo, 3 de marzo de 2013

Un año.






El día que salí de Madrid las calles estaban heladas.
Después de las horas –días- de aeropuertos y aviones sin clima, sin tiempo, sin realidad, lo primero que sentí al volver al mundo, por encima del cansancio de tan largo viaje, fue el golpe de humedad. Y es que ése, era otro mundo.

Y de eso hace hoy exactamente un año.

Todo es tan diferente aquí, diferente de vosotros, diferente en la forma de sentir. La piel, los olores, la luz, las historias…

No pasa un día en que no piense en alguno de mis amigos o alguien de mi familia. No en España, no confundamos, no siento nada por ese ni por ningún país. Pero cada detalle, cada duda o cada pequeño logro, lo traslado ahí donde estáis y me siento con uno o con otro a comentar las posibilidades, las soluciones, los siguientes pasos. 
Y en mi cabeza os pongo movimiento, os visto con la ropa con la que os recuerdo, pido otra ronda al camarero y seguimos hablando.

Creo que sin eso no podría vivir, ni aquí ni en ningún otro sitio.

No sé si voy a volver, no parece probable, no sé tampoco si cambiaré de país pronto, no sé.

Aquí estoy bien, tengo muchas cosas que necesitaba. La calma, necesitaba esta calma en el pulso, en las noches.

Haga lo que haga os llevaré conmigo, os seguiré pensando, seguiré soñando despierta que me contáis y os cuento.

No os suelto, no os pienso soltar.

n.