miércoles, 5 de septiembre de 2007

DESDE EL CORAZÓN, DE AMÉRICA. Salsa americana


Esta madrugada, al sonar el despertador a las 4.30, me he tirado de la cama al suelo. Era la única forma de no quedarme dormida. Me he cepillado los dientes con los ojos cerrados, cuando los he abierto y he encendido mi linternita he visto en mi cara una palidez de pollo hervido. He cogido mi paquete de cereales y la leche y los he metido en mi mochila para desayunar en la oficina.

Las primeras horas de trabajo, que por mi estado, deberían ser las más lentas, son en realidad frenéticas, es mediodía en España y tengo que estar despierta para entender a Raquel.
Abro mi bolsa de cereales y, vaya! Está llena de hormigas, ¿desde cuándo? Normalmente me los como sin fijarme…
A las 7 se va la luz y empiezan las reuniones con el personal. Ahora nos reunimos fuera, sacamos la mesa al porche y trabajamos allí porque dentro está oscuro y hace demasiado calor.
A mediodía pausa para comer. Hoy cocina Scarlet, yo incendiaría la casa si dependiera de mí estar pendiente de los fogones.
Imposible dormir siesta, el ambiente es irrespirable y no quiero que se me cuelen, en esta horita de descanso, las pesadillas.
Vuelta a la oficina y más trabajo hasta las 6 de la tarde. Las cosas salen, los proyectos avanzan y el equipo, a pesar del agotamiento, está contento.
Me voy al “gimnasio” y bostezo en cada abdominal que hago.

Al salir, sólo pensaba en mi cama, en mis sábanas azules y mi mosquitera de matrimonio, pero me ha llamado John. Ha venido una pareja de amigos suyos, también americanos a visitarle, hay que salir para que conozcan San Carlos. Me muero…
Me duché, me vestí y, arrastrándome, fui a encontrarme con los tres gringos al Granadino, un restaurante medio decente de los poquitos que hay aquí. La pareja es también del Cuerpo de Paz, y están destinados en Matagalpa, en el norte de Nicaragua, han venido aquí huyendo del huracán.
A pesar del cansancio, la velada fue genial, reímos, hablamos y bailamos hasta muy tarde. La alegría de estar rodeada de gente que siente como yo, su casa lejos, me hizo aprovechar cada minuto de la noche.
Al final, ya todos agotados, nos fuimos a casa. El otro John y Carly se quedan en casa de John Sullivan así que me acompañaron a la mía y, en la puerta, John me dijo, sin yo esperarlo, “Ojala te hubiera conocido antes”.
Y yo cogí esta simple frase para ponérmela en la almohada y no dormir sola.
04/09/07

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