domingo, 16 de septiembre de 2007

DESDE EL CORAZÓN, DE AMÉRICA. "Aunque tú no lo sepas"


Anoche, al regresar de la isleta, mis primas y yo fuimos de compras y al cine. Yo aún tenía el chip ricachona insertado en el hipotálamo y las invité a todo sin pensar que me estaba quedando sin efectivo y que en San Carlos no hay cajeros; pero lo pasé muy bien, mis primas son geniales. Tuve uno de mis ataques de risa-rebuzno en el cine, cuando buscando a oscuras mi móvil para quitarle el sonido, me equivoqué y de un tirón saqué unas bragas, delante de todo el mundo.

El vuelo a San Carlos ha sido nefasto. Hemos atravesado una tormenta y la Cessna Caravan se ha sacudido como una coctelera. Los otros ocho pasajeros se han agarrado a los respaldos de los asientos que tenían delante y libros y cámaras han caído por el suelo. En estos vuelos no hay espacio para azafatas, así que nadie controla si tienes bien abrochado el cinturón. Yo, que soy una anarca, estaba casi estirada en mi asientito con la apasionante Guía Metodológica de apoyo a proyectos y acciones para el desarrollo abierta sobre las piernas y una caja de Oreo en las manos, y he botado hasta casi tocar el techo.
A través del cristal apenas se veía el lago Cocibolca, parecía que el cielo nos hubiera tomado por un sonajero.

Al aterrizar preferí no pasar por casa para sólo saludar a las niñas y volverme a ir, así que me encerré en la oficina y me puse a trabajar durante seis horas seguidas. Sólo cuando ya el pueblo se había encerrado en sus casas, yo volví a la mía.
Y allí estaban mis cenicientas, con la ropa viejita, viendo tele en sus pequeñas sillitas de plástico; Vicky retozando por el suelo sucio y su madre preparando esa comida monótona que ellas no pueden comparar con nada. Los perrozompopos-lagartijas- correteaban por las paredes comiendo mosquitos y Tigre se rascaba las heridas sangrantes de las garrapatas.
Scarlet y yo preparamos una cena rica con cosas que en San Carlos no existen.
Me he dado cuenta de que soy la cabeza de familia, desde que vivo aquí me hago cargo de la alimentación de todas. Hubiera sido imposible prepararme unos macarrones con salsa boloñesa (de bote) y comérmelos viendo como ellas me miran rebañando su plato de frijoles. Eso me ha otorgado, tácitamente, una serie de derechos que sólo los familiares próximos tienen, como decirles a las niñas que no anden descalzas, que no vean esa basura de telenovelas, que lean… Y aconsejar a Scarlet en sus problemas, regañarla por su inocencia infantil a la hora de afrontar responsabilidades y guiarla en cuestiones básicas de higiene y educación para las niñas.
A cambio, yo recibo muchísimo más.

Después las niñas me acompañaron a mi habitación para guardar la ropa que mi abuela había perfumado. Tensé las cuerdas de mi súper mosquitera deseando esconderme allí para leer y acompañé a las niñas a su cama.
Ya era tarde para leerles un cuento y les di las buenas noches creyendo, ingenua, que podría volver a mi habitación sin pagar un peaje.
- pues cantános una canción para dormir
- no sé cantar, y tampoco sé ninguna de ese tipo
Caras de decepción. Busco en todo mi cerebro. Negativo, jamás he cantado ninguna nana.
Pero como yo me atrevo con todo y consigo lo que puedo, las “estafé” con una canción de Quique González, lo más dulce que se me pudo ocurrir.
Recursos que tiene una.

16/09/07

2 comentarios:

  1. Aquí sabes que me has tocado la fibra sensible, que Azpi me hizo descubrir esta intensa sonata que he machacado horas y horas regodeándome en mi tristeza. De las canciones más hermosas. Seguro que la cantaste deliciosa.

    Por cierto, me gusta más la versión de Quique, millones de veces más.

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  2. La canté fatal, pero me acordé de la gente que quiero...

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