miércoles, 19 de septiembre de 2007

DESDE EL CORAZÓN, DE AMÉRICA. Las muñecas de Famosa se dirigen al portal.


El mes próximo vamos a regalar balones gigantes, camiones y juegos a los niños de nuestras 32 escuelas de Río San Juan.
Ayer empezamos a hacer el recuento y clasificación de todos los juguetes. Cuando abrí la chirriante puerta de la bodega y vi aquella montaña inmensa de cajas de cartón sin identificar, estuve a un pelo decir “da igual, lo hacemos a ojo”. Pero no, había que contar.
Las cajas que hemos destripado para el recuento estaban cubiertas de caca de rata y pipí de murciélago. Entre ayer y hoy hemos contado 8.000 juguetes, uno a uno.
No recordaba trabajos físicos como este desde que, a los 16 años, trabajé en una hamburguesería y me tocaba siempre limpiar la cocina mugrienta por responderle mal al encargado.

Los técnicos de GHN eran antes soldados. Son trabajadores incansables y con quienes más a gusto estoy. Arístides por ejemplo, es un crack con la moto, podría ganar el París Dakar sin problemas a pesar de que se pararía a saludar a todos los beduinos que encontrara por el camino. Mario es uno de los más divertidos, me encanta trabajar con él, excepto por el hecho de tener que ver su uña del dedo pulgar izquierdo, que mide cuatro centímetros; o como se acomoda los huevos delante de mí mientras me habla de nuestras escuelas. Agustín es como un gladiador romano, fuerte y resolutivo, lástima también que tenga esa costumbre de vaciarse los mocos de la nariz presionando una fosa nasal y haciendo fuerza hacia fuera desde la otra.
Da igual, todas esas cosas son parte de una imagen de sencillez a la que ya me he acostumbrado. La próxima vez que vea a un hombre con gomina o bien afeitado, creeré que es patinador artístico.
Esta mañana, durante el recuento, hemos bromeado y reído. Su forma de comportarse y su positivismo, me han hecho vivir esas horas de sudor y cansancio como algo divertido. Está claro que no podemos controlar las circunstancias, pero sí la actitud que tomamos frente a ellas.
Tengo mucho que aprender de estos hombres.

Esta noche me he despedido de John Sullivan para siempre. Se va a EEUU para hacer un examen, cuando él vuelva, yo no estaré. Los dos hemos reconocido que probablemente jamás volveremos a vernos.
Nos hemos dado la mano y un breve beso en la mejilla, cada uno fue para el otro un pequeño tablón donde agarrarse cuando estar lejos de casa nos ahogaba.
19/09/07

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