domingo, 29 de julio de 2007

DESDE EL CORAZÓN, DE AMÉRICA. Las isletas de Granada


Hoy hemos madrugado para ir a la otra casa de mi primo Ricardo. Primero hay que ir hasta Granada que es la ciudad más antigua en pie de toda América Latina. En mi atención, antes de proseguir el camino, hacemos una paradita para que yo pueda ver las casas coloniales, las viejas iglesias y la plaza, igualita que la de su homónima en España.
Me acuerdo de mi viajecito al sur con Laia y Morales.
Volvemos al coche y, después de recorrer 3 kilómetros más, llegamos al lago Cocibolca, el segundo mayor de América Latina (nos gana por poquito el Titicaca) y el séptimo mayor del mundo. Cuando miras desde una orilla, no alcanzas a ver la otra, sólo horizonte azul, por eso los nicaragüenses lo llaman el Mar Dulce. Tiene todo lo que tiene un mar: olas, archipiélagos, fuertes tormentas y… tiburones! Los únicos tiburones de agua dulce del mundo.
Nos acercamos al puerto y llega a recogernos Don Faustino, un señor que trabaja para la familia, en la lancha de mi primo, que lleva el nombre de la abuelita.
El volcán Bombacho erupcionó hace soplecientos mil años y entonces se crearon las isletas de Granada, más de 350 paraísos tropicales de árboles de mango, monos, garzas y una casita por cada isleta.
Una de las isletas pertenece a mi primo y allí pasamos el día, tomando el sol (me he quemado), bañándonos en el lago (he flipado) y bebiendo ron Flor de Caña (me he tajado).
Mi primo Ricardo tiene mi edad, ha pasado 16 años en EEUU y hace poco ha regresado.
Mientras flotábamos sobre colchones de plástico en la piscina, con un ron Gran Reserva en la mano, le comenté horrorizada el incidente de la noche anterior.
- y miráte ahorita, prima, ve a tu alrededor. Aquí todo está al revés, Nicaragua es el único país en el que el corcho se hunde y el hierro flota. Yo amo Nicaragua.
Y yo le di un trago a mi roncito pensando en que ayer por la noche estaba en un tiroteo, ahora en un paraíso de felicidad y lujo; que a la mañana siguiente estaría rodeada de japoneses en la fortaleza tipo Pentágono de su Embajada hablando de millones de córdobas, por la tarde entre el barro y por la noche matando cucarachas en mi cuchitril de San Carlos. ¡Entended que no es fácil que me acostumbre a esto!
29/07/07

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