lunes, 30 de abril de 2007

Ten miedo de mayo porque no puede ser

Hoy que llevo en la boca el sabor a vencida
procura tener a mano un amigo que cuide tu frente y tu voz
Y que cuide de ti, y de tus sueños
y a tus pensamientos mantenlos atentos y a mano tu amigo

La importancia de verte morderte los labios
es hoy tan necesaria como verte siempre
como andar siguiéndote con la cabeza en la imaginación...
Porque sabes, y si no lo sabes, no importa,
yo sé lo que siento, yo sé lo que cortan después unos labios
esos labios rojos y afilados
y estos puños que tiemblan de rabia cuando estas contento
Que tiemblan de muerte si alguien se te acercara a ti.

Hoy procura que aquella ventana que mira a la calle en tu cuarto
se tenga cerrada, porque no vaya a ser yo el viento de la noche
y te mire y recorra la piel con mi aliento
y hasta te acaricie y te deje dormir
y me meta en tu pecho y me vuelva a salir
y respires de mí­...

O me vuelva una estrella y te estreche en mis rayos
y todo por no hacerme un poco de caso
ten miedo de mayo
y ten miedo de mi

porque no vaya a ser que cansada de verte
me meta en tus brazos para poseerte y te arranque las ropas
y te bese los pies
y te llame mi dios
y no pueda mirarte de frente
y te diga llorando después:
por favor tenme miedo
tiembla mucho de miedo
porque no puede ser...

domingo, 15 de abril de 2007

LA DECISIÓN DE AMAR



Sin duda hay pocas cosas que afecten directamente al individuo, tan complicadas como las relaciones sentimentales. Dejando aparte historias siniestras alteradas por ingredientes de infidelidades, engaños y otros ataques a la seguridad emocional; sin entrar en cataclismos que desembocan en traumas a veces insuperables; centrándonos sólo en esas relaciones de andar por casa, de esas que han tenido nuestros vecinos, nuestros hermanos y nosotros mismos… está claro que son complicadas.
Siempre hay dos versiones, siempre hay dos planes diferentes para un mismo deseo, siempre se quieren cosas distintas y casi siempre se fracasa: o se renuncia a no tener lo que se quiere o se llega al conformismo.
Obviamente existen algunas parejas que funcionan, como hay ingleses que saben cocinar y militares pacíficos.
Pero a mi me encanta generalizar.
En una entrevista que leí a Pedro Zerolo se le preguntaba por el éxito de su relación de pareja. El político respondió que siempre debían darse tres condiciones indispensables, a saber: admiración por los valores del otro, complicidad y pulso sexual.
Totalmente de acuerdo. Sin embargo el ser humano es cambiante y evoluciona (o involuciona) según mil factores que modifican su manera de pensar y su conducta. Todos cambiamos con el tiempo.
Así estos tres pilares básicos deben completarse necesariamente con piezas que los articulen y les den flexibilidad y movimiento.
Las relaciones de pareja son como los tratados entre países. Cada cierto tiempo hay que renegociar las condiciones, establecer nuevas fronteras, reducir el armamento contra una posible agresión y comprometernos a cumplir esas nuevas condiciones.
Hay que comunicarse y hay que comprometerse.
Ahí fallamos muchos de esta generación. Crecemos sobreprotegidos y somos consumistas, individualistas y renuentes a sacrificarnos y esforzarnos. Los que nacimos en los setenta somos “peterpanes”
Cuando la pasión o incluso la fidelidad dejan de ser los motores de la relación hay que potenciar la comunicación y el tiempo dedicado al otro. Entonces es cuando nace la intimidad.
¿Compromiso? Pánico!!! El compromiso bien entendido es, a mi parecer, garantía de calidad, no de durabilidad. Comprometerse a respetarse, a escucharse, a dar atención.
El compromiso se encuentra en los siguientes tipos de amor que describe Robert J. Sternberg:
Amor vacío (presencia de compromiso sin pasión ni intimidad).
Amor de compañeros (presencia de intimidad y compromiso, pero sin pasión).
Amor ilusorio (combina aspectos de pasión y compromiso, pero sin ninguna intimidad).
Amor consumado (cuando los tres componentes están presentes: pasión, intimidad y compromiso).
Las estadísticas, lo que vemos a nuestro alrededor, nos hacen perder la fe en una relación duradera y plena y a menudo apostamos por el “que dure lo que dure pero que sea bueno” Nos entregamos, pero en un plazo breve.
El compromiso provisional es como vivir de alquiler con contratos cortos. Nunca inviertes en el piso porque en cualquier momento te puedes ver llenando la furgoneta de un amigo con tus trastos.

Así que, de acuerdo, hay que comprometerse y eso supone un sacrificio, porque para comprometerse hace falta decidir, asumir ciertos riesgos, aceptar los costes de esa decisión y renunciar a cosas para lograr un objetivo.
La teoría bonita es que, con el tiempo, las recompensas de una buena relación aumentan, y los costes se soportan mejor y se llega a eso, ¿no?, a la felicidad en pareja.
En fin, era sólo una teoría
n

miércoles, 4 de abril de 2007

Papá Gener

Ayer después de una sesión complicada de terapia fui a cenar con mi padre. Le vi de lejos en mitad del Portal del Ángel, mirando a ninguna parte, con impermeable y un sombrerito para la lluvia, le vi mayor y entrañable.
Cuando me acerqué le pedí disculpas por el retraso de 4 minutos y él me abrazó feliz. Fuimos a Els 4 gats, él hablaba con los camareros, el maître, la cajera... insistía en tener una mesa junto al piano para que yo pudiera disfrutar de la música.
Pendía de un hilo entre la comprensión y el enfado pero consiguió lo que había pedido
Escogimos platos exquisitos y de pronto sentí que estábamos en París, a principios de siglo.
Hablé de viajes breves y de viajes largos; él abogó por Nicaragua, como siempre, por unas raíces que no son suyas, pero sí mías y que debo sentir más intensamente.
Él habló de como se hacían antes las cosas que yo voy a hacer ahora.
Hablamos de mi corazón que a él le parece tan fuerte y del suyo que cada vez es más débil.
Compartimos experiencias sobre drogas: las suyas más lejanas, las mías aun impregnaban la conversación.
Y bebimos vino.
Y escuchamos la música que salía del piano y de un viejo violín.
Y salimos de allí y fuera caía un mar.
Y decidimos caminar mucho rato, cogidos del brazo bajo la lluvia sin buscar taxis ni importarnos quedar empapados.
A mitad de camino él me pidió que me fuera, dijo que quería continuar solo y que no permitía que yo anduviera ni un metro más en dirección opuesta a mi casa.
Y empecé a bajar por Paseo de Gracia que parecía un río en el que los peces eran las líneas blancas de la calzada.
El río desapareció en un laberinto de pequeños canales al entrar en el Raval y empecé a entonces a sentirme muy bien, a fijarme en que la poca gente que caminaba por la calle lo hacía porque quería, todos nos mojábamos y a todos nos parecía bien, porque formaba parte de aquel momento. En el Benidorm, en el Lletraferit, en todos los bares quedaban dos o a lo sumo tres personas y todas reían o se besaban.
Y todo era tan distinto a las horas en que caminamos por esas calles de día, yendo a un sitio o a otro, o yéndonos de algún lugar, para no estar más. Ahora los que estábamos allí lo habíamos elegido y nos sentíamos tan satisfechos por nuestra coherencia que era imposible no sonreír de orgullo.
Y todo era así, simplemente tan bueno… y todo el tiempo sonaba esta canción.

n.

martes, 3 de abril de 2007

Alegría mansa


Pues en la hora oscura, tal vez la más oscura, en pleno día, ocurrió esa cosa que no quiero siquiera intentar definir. En pleno día era noche, y esa cosa que no quiero todavía definir es una luz tranquila dentro de mi, y la llamaría alegría, alegría mansa.

Estoy un poco desorientada, como si me hubieran arrancado el corazón, y en lugar de él estuviera ahora la súbita ausencia, una ausencia casi palpable de lo que antes era un órgano bañado de oscuridad, de dolor.

No estoy sintiendo nada. Pero es lo contrario del sopor. Es un modo más leve y más silencioso de existir.

Pero también estoy inquieta. Yo estaba organizada para consolarme de la angustia y del dolor pero, ¿cómo me arreglo con esta simple y tranquila alegría?

Clarice Lispector