sábado, 14 de julio de 2007

DESDE EL CORAZÓN, DE AMÉRICA. Managua, la familia

Como ya es costumbre en mí la noche antes de tomar cualquier vuelo, no he dormido.
La última noche la pasé con mis compañeros y me fui sin decir adiós.
Al llegar a casa hice la maleta, mareada, escuché música, dije adiós a algunas fotos que prometí no volver a ver y me senté a ver las paredes de la casita de colores.
Último café, última ducha en mi pequeño cuarto de baño y último abrazo a mi veci.
De camino al aeropuerto me fijé en las calles, en el color del cielo y lancé besos al aire con el pensamiento, para mi Barcelona querida.
Me despedí de mis padres en el aeropuerto de Barcelona. En su mirada la balanza se paró exacta en el punto de equilibrio: a un lado la pena de verme ir, y al otro, la alegría de saber que iba a reencontrarme con la parte olvidada de mi sangre. Y allí se quedaron, con los ojos dulces, mientras yo empujaba mi maleta y me giraba de vez en cuando para decir adiós.

Y entones, di media vuelta al mundo.

Llegué a Managua, aunque mi maleta no. “Ya se la llevamos a la casa”, me dijeron.
En la salida del aeropuerto, me recogió una prima hermana a la que jamás había visto. “Eres bien Selva, te reconocí enseguida”.
Ya en la casa, Alejandra, otra prima, y después tres niños, mis sobrinos, que sonreían curiosos al ver a su tía española. Después mis tíos, a los que apenas recordaba y por fin la abuelita.
Estaba al fondo de la casa, de pie, apoyada en un caminador; menuda y frágil.
Ella se me quedó mirando con los ojos muy abiertos, como si quisiera abarcar todo mi cuerpo de una sola vez, en una sola toma, por si yo volvía a desaparecer otros 25 años.
De su mirada gris, por las cataratas, cayeron unas lágrimas lentas, pequeñitas.
Y entonces yo me incliné para abrazarla.
14/07/07

1 comentario:

  1. Recuerdo el día que lo leí. Fué tan bonito como esta segunda vez. tq.
    Yago

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