viernes, 7 de septiembre de 2007

DESDE EL CORAZÓN, DE AMÉRICA. Drácula


Hay días en que los kilómetros, los océanos y las horas que separan, se pulverizan. Hoy es uno de esos días. Hoy he sentido a Azpi tan cerca, que casi he tenido que mirar de reojo, por si me había querido dar una sorpresa, y en realidad estaba a mi lado. Es bastante difícil explicar algunos tipos de amistad sin correr el riesgo de que se acaben encajando en los que no son más familiares, lo clásicos. Y eso no me gustaría, así que lo dejo así: The biggest thing.

El día ha transcurrido entre preparativos de documentación y calor extremo. Mañana me voy a Managua para pasar una semana allí: reuniones con embajadas, compromisos con la AECI, gestiones en la Cancillería… y ganas de ver a la familia, de salir por la noche, de ir al cine y de reencontrarme con Alejandro, el chico malo de Ibiza que ha regresado a vigilar sus inversiones después de un mes de descarrío vacacional.
Esta noche, como despedida con mis señoritas caseras, hemos preparado una cena especial, con cositas ricas, Toña y coca-cola, lectura doble de cuentos y calor humano de gente humilde que hace ya tiempo que olvidaron que pertenecen a mundos diferentes.

Al acostarme, después de leer para mí sola, he oído un ruido extraño, nuevo y diferente. Un sonido como de abanico impaciente que venía de las cortinas.
He encendido la luz esperando ya cualquier cosa de esta casa que las noches convierten en una broma de Halloween y he visto lo último que me faltaba por ver.
Un murciélago.
Le hice una foto y pensé en lo cansada que estaba, en toda esta semana sin horas de sueño, de trabajo intenso, de calor, de falta de recursos, de obstáculos y de nostalgias. Y le dejé allí, sin fuerzas para encontrar una solución. Me metí en mi mosquitera y deseé que no pudiera atravesarla. Si lo consigue, tendré una entrevista con el vampiro… y no sería la primera…
07/09/07

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