Para llegar a Boipeba hay que coger un barquito desde Morro.
Si sumo las horas que se tarda en llegar aquí desde Madrid sale una burrada, pero cuando llegas y ves donde estás, te das cuenta de que es mejor así. Si fuera más sencillo acceder a lugares como estos, dejarían de ser paraísos.
Boipeba es una islita con playas como no había visto antes, de vez en cuando una posada, poquitas, y un pueblo hecho con casitas de colores.
En toda la isla no hay coches ni motos, están prohibidos.
A Boipeba se llega en barca o en avioneta privada, y una vez ahí se camina, sin prisa.
David tiene ahí una posada en la playa, escondida en un bosque de palmeras y otros árboles, y ahí nos quedamos, conocimos a sus amigos, a su perro y a su gato.
Ocupamos una habitación blanca con muebles de madera y colchas de hilo y mosquiteras.
Además del pequeño edificio que alberga las 8 habitaciones hay una cocina con porche para los desayunos, bancos de madera hechos a mano, hamacas y un cielo de hojas de palmera y cocos que te protegen del sol.
Es la hostia.
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