
... Y de pronto en el bosque se encendieron los árboles
de las miradas insistentes, 
el mar tuvo labios de arena 
igual que las palabras dichas en un rincón, 
el viento abrió sus manos 
y los hoteles sus habitaciones. 
Parecía la tierra más desnuda 
porque la noche fue como el vacío 
un resplandor oscuro en medio de la luz. 
Entonces comprendí que la inmortalidad 
puede cobrarse por adelantado. 
Una inmortalidad que no reside 
en plazas con estatua 
en nubes religiosas 
o en la plastificada vanidad literaria, 
llena de halagos homicidas 
y murmullos de cóctel. 
Es otra mi razón. 
Que no me lea 
quien no haya nunca visto conmoverse la tierra 
en medio de un abrazo. 
Me basta con la vida para justificarme. 
Y cuando me convoquen a declarar mis actos 
aunque sólo me escuche una silla vacía 
será firme mi voz. 
No por lo que la muerte me prometa 
sino por todo aquello que no podrá quitarme.
l.g.m
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