miércoles, 24 de octubre de 2007

La inmortalidad


... Y de pronto en el bosque se encendieron los árboles
de las miradas insistentes,
el mar tuvo labios de arena
igual que las palabras dichas en un rincón,
el viento abrió sus manos
y los hoteles sus habitaciones.
Parecía la tierra más desnuda
porque la noche fue como el vacío
un resplandor oscuro en medio de la luz.
Entonces comprendí que la inmortalidad
puede cobrarse por adelantado.
Una inmortalidad que no reside
en plazas con estatua
en nubes religiosas
o en la plastificada vanidad literaria,
llena de halagos homicidas
y murmullos de cóctel.
Es otra mi razón.
Que no me lea
quien no haya nunca visto conmoverse la tierra
en medio de un abrazo.
Me basta con la vida para justificarme.
Y cuando me convoquen a declarar mis actos
aunque sólo me escuche una silla vacía
será firme mi voz.
No por lo que la muerte me prometa
sino por todo aquello que no podrá quitarme.
l.g.m

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