El sol atravesaba el doble cristal del apartamento. Cuando pidió los muebles por Internet era de noche y no cayó en que por la mañana le despertaría muy temprano.
Por una vez está bien, pensó, y decidió conocer su nueva ciudad de rascacielos y chabolas y comprar, de paso, unas cortinas.
Luís salió a la calle y caminó sin rumbo, viendo todas aquellas caras diferentes y notando sus prisas, al contrario que él, que empezaba a disfrutar ya de sus largas vacaciones.
Notaba como sonreía sin querer, como si la alegría se le escapara por la comisura de los labios, sintió la calma y la euforia mezcladas, y ganas de gritar que lo había conseguido, que él y sus amigos lo habían conseguido.
Y por un momento creyó que todo el mundo era feliz.
Pero en un solo segundo esa idea estalló, un coche negro apareció por una esquina y se lanzó entre la gente, a gran velocidad, sin importarle embestir a su paso bicicletas, carros o incluso personas. Luís lo tuvo claro en seguida, “vienen a por mí, me han encontrado”. La ciudad era para él nueva, no sabía adonde ir ni dónde esconderse, corrió con el corazón congelado y sintiendo por primera vez que todo aquello no había valido la pena.
Entonces oyó los disparos incrustarse en las paredes que dejaba atrás, y supo que le habían traicionado…